
Imagen: ‘Idea I’ (de la serie “Le Terral Atelier Couture”; autor: Arte Garum). Fuente: Revista El Observador
Tras haber formulado en el anterior post nuestra opinión respecto las prácticas urbanísticas de la nueva modernidad y los beneficios que se atribuyen al auge turístico, nos adentramos ahora en aspectos más concretos del proyecto defendido por su autor en el artículo que estamos comentando (ver al final los enlaces a los posts anteriores).
«A pesar de esta realidad, quizás no parece haberse entendido algunos aspectos novedosos de la propuesta del Hotel que merecen cierta reflexión conceptual, como la de que al tratarse de un suelo de Concesión Pública no pueda existir la especulación económica del suelo que se produce precisamente con las calificaciones urbanísticas en suelo privado, ya que el suelo del Hotel no pierde su condición jurídica de suelo portuario; […]»
No porque sean terrenos públicos deja de haber especulación, si entendemos esta como la apropiación de las rentas del suelo generadas por la colectividad… como es el caso, aunque parcialmente reviertan en la administración pública (aquí, el Puerto de Málaga). Explicación: estamos hablando de un lugar maravilloso y único, que algunos están dispuestos a pagar elevados precios por disfrutarlo desde la confortable habitación o el exclusivo restaurante de un hotel de gran lujo. Mucho dinero por tanto. La condición para ello es que la ciudadanía deje de tener acceso a este lugar excepcional, costosamente construido en el mar gracias a todos los contribuyentes, impidiendo para ello el ejercicio de su derecho (reconocido explícitamente tanto por la legislación nacional como por las normas urbanísticas municipales), e instaurando un privilegio de uso para unos pocos y de negocio para menos aún. Procediendo de esta manera el estado se convierte en un agente rentista, que en realidad no crea riqueza (ni siquiera de forma indirecta pues el supuesto hotel en nada contribuye a la capacidad de innovación local), muy al contrario la parasita.
«[…] o en las dudas que se platean respecto a una tramitación administrativa, que por su carácter estatal resulta ser mucho más meticulosa que cualquier otra de carácter local; […]»
Hoy en día la multiplicación de los controles en la tramitación administrativa no garantiza resultados favorables al interés general. Es más, pueden ser utilizados perversamente como instrumento exclusivo de un reducido círculo de privilegiados. Para ello es suficiente que los actores con poder de decisión a diversos niveles, incluso pertenecientes a formaciones políticas diferentes, se pongan secretamente de acuerdo. Más tentación cuanto mayor sea el volumen del posible negocio, lo que curiosamente aumenta las probabilidades de que así acabe ocurriendo. Limitar la custodia del bien común a los mecanismos formales de las instituciones ha sido siempre sumamente peligroso, supone una grave irresponsabilidad que se paga muy caro. No estamos hablando exactamente de delincuencia sino de las condiciones que favorecen el enquistamiento de la corrupción. De ahí nuestra insistencia en favorecer al máximo el protagonismo de quienes se verán afectados por cualesquiera alteración o iniciativa por parte de la administración pública. Que en este caso es toda Málaga, como bien dicen sus mismos promotores.
«[…] o deformar visiones paisajísticas de un frente litoral, anulando la base del paisaje como son las distancias y escalas entre los ‘objetos’ que de manera dinámica adquieren multitud de visiones y perspectivas; o tener que recurrir a jocosas comparaciones que muestran cierta incapacidad en plantear argumentos esenciales de la disciplina del paisaje como ‘proyecto’ dinámico y no como estática imagen bucólica del mismo.»
Creemos que esta frase trata de descalificar, entre otras cosas, las opiniones de que el edificio desfigura el paisaje marítimo de la ciudad actual porque esa vista actual estaría fetichizada, anclada a un momento histórico (ahora) que no debe permanecer. El autor no puede ignorar el impacto perceptivo pero sin dudar lo considera valioso por ser símbolo de la nueva modernidad. Nosotros también pensamos que la cuestión del simbolismo es crucial: al ser el rascacielos un aspirador de todas las miradas por su ostentosa apariencia en el centro de la bahía, convertirá la gran fachada de la ciudad hacia el mar en un mero fondo de escenario para su mayor lucimiento. En efecto, puede que tenga éxito como la postal de Málaga ante el mundo; pero no será la de la contribución de esta ciudad a la cultura, ni por cualquier otro mérito memorable, sino la de un negocio hecho posible gracias a ciertos inversores y destinado al disfrute de gente como ellos, muy ajenos y muy lejanos. El hotel lujosísimo, espacio donde interaccionan (sin llegar a tocarse) el turista y el subalterno a su servicio, es el emblema perfecto del turismo como destino sin futuro que se asigna a esta ciudad.
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