Con este post concluimos nuestro análisis del artículo de José seguí, finalizando con una consideración muy breve sobre el panorama actual del ejercicio de la profesión (extensible a cualquier otra de titulación universitaria), en una situación verdaderamente crítica que, paradójicamente, el texto estudiado suscita indirecta pero poderosamente.
Insistimos que nuestro comentario no supone un reproche a la postura personal del autor. Tampoco hay crítica a un pensamiento, sencillamente porque este no existe (su texto carece de consistencia argumentativa). Tan solo hemos querido exponer cómo se pueden accionar, mediante la palabra, automatismos ya construidos para mover voluntades, lo que diríamos, es una de las posibles formas retóricas de nuestro tiempo.
Transcribimos su último párrafo.
«Por todo ello, es difícil comprender esa actitud de la permanente negación a estas transformaciones, que parece situarse más cerca de la abstracción teórica de lo ‘subjetivo’ o en motivos interesados ajenos a aquello que niegan, que en la responsable definición de los argumentos de lo ‘objetivo’ que lo concreta, resultando finalmente ser la excusa conceptual sobre la que se apoya un reducido pensamiento académico que necesitando respaldarse en sus instituciones no parecen encontrar otra salida que esa visión inmovilista y estática de la ciudad ante su falta de compresión por lograr asimilar no solo aquello que se transformó en el pasado para poder entender la ciudad del presente que han recibido, sino también las necesarias dinámicas de transformación que requiere esa ‘otra’ ciudad para adaptarse al futuro que ya ha comenzado con las nuevas demandas que se producen en esta también nueva etapa».
El autor pretende situar el debate como una confrontación entre dos supuestos posicionamientos respecto su propuesta arquitectónica: el inmovilista que se refugia en el «reducido pensamiento académico» y por otro lado el del dinamismo objetivo, que alimenta su optimismo con las transformaciones que ya hubo en la ciudad y las que ahora se anuncian. Pero el conflicto al que se refiere está tan anticuado como aquella superioridad moral del progreso, entendido al modo de un despliegue ascendente e imparable (por históricamente necesario) del accionar racionalista. Y que tiene su versión más trivial en la asimilación de lo nuevo con lo bueno.
De este movimiento hacia el futuro el artículo no ofrece muchas explicaciones, es sólo un discurso circular con referencias tautológicas a términos como transformación ´mutante’, ciudad futura, nueva etapa, que caracterizarían a la nueva ‘modernidad’. En el único momento en que es posible apreciar qué necesidad viene a resolver este proyecto es cuando da a entender que Málaga puede mejorar «su posición en el damero competitivo». Y deducimos que es gracias a que su proyecto refuerza con una oferta de lujo la actividad turística local, para él principal factor de su «actual auge económico cultural y social». De la arquitectura pasamos a un frío imperativo, ya bien conocido: There is no alternative (TINA), que decía Margaret Tatcher.
Desde hace ya bastantes años, la arquitectura y las demás profesiones liberales se ven asediadas por la precarización laboral, con una proporción creciente de titulados asalariados y de otros obligados a dedicarse a otros oficios. No obstante algunos consiguen ascender y se convierten en empresarios, conseguidores, organizadores ejecutivos. Su trabajo tiene poca relación con sus estudios, se especializan en conectar y mediar entre el mundo del trabajo y quienes tienen recursos económicos y resortes políticos. Y también de estos entre sí, como es el caso. No es el ejercicio metódico de la disciplina sino el arte de la estrategia. La práctica de los saberes profesionales queda, entonces, supeditada a fines ajenos, cada vez más automatizada, desmoralizante y desprovista del sentido científico, social y creativo que alguna vez tuvo.
Sin embargo existe una tercera opción que vemos abriéndose, cada vez más clara y operativa, en la gente joven. No se conforman con el lugar que se les reserva (arriba o abajo) ni renuncian al contenido de su saber, que inevitablemente resulta radicalmente transformado y de nuevo creativo y fértil. Y lo hacen respondiendo a dos cuestiones fundamentales que no son separables: ¿para quiénes realmente trabajamos? Y ¿cómo nos enfrentamos a los tremendos problemas actuales, a las crisis social y del medio físico del planeta?
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